ALAN GARCÍA PEREZ
Nadie celebra la muerte de una persona, sea esta justa o injusta. Por el contrario, entre los seres humanos se debe generar un acto de entendimiento, respeto y solidaridad con el fallecido y con la familia. El suicidio del expresidente Alan Gabriel Ludwig García Pérez el ultimo 17 de abril, quien fuera dos veces mandatario de la República (1985-1990 y 2006-2011), conmocionó al país y buena parte del escenario internacional.
A un personaje público hay que valorarlo por su actividad pública. Por ello, en Alan García circulan hechos bien marcados. Fue un político a carta cabal, con una formación partidaria desde su niñez, y una formación académica comprometida que se puede identificar en sus textos. Además, esta sus dotes de buen orador y convencedor a través de sus palabras. Sin embargo, también fue un personaje que uso y abuso del poder hasta convertirse para algunos en villano del país y para otros en héroe con persecución política y una justicia cegada en verlo preso por los múltiples actos de corrupción.
En una constante de la debilidad de políticos que tiene nuestro país en la actualidad, Alan García, fue la imagen que trascendió sin muchos obstáculos. Por medio de los sistemas digitales podemos rememorar sus discursos, desenvolverse con habilidad y soltura en las memorables entrevistas con Cesar Hildebrandt, Jaime Bayly, entre otros, y valorar sus aportes académicos en lo histórico, social y político. Pero también fue un político que buscó a través del partido aprista, acrecentar su intelecto y habilidad personal, por encima del reconocimiento colectivo partidario. Tras su muerte, se abre un espacio casi siempre cerrado para conocer a nuevas personalidades que trascenderán y revitalizarán el Partido Aprista Peruano.
En el recuerdo histórico colectivo, su primer gobierno estuvo marcado por ideas progresistas marcado por el impulso de la nacionalización de los bancos, pero fundamentalmente por la crisis económica, solo comparable a la crisis de la Venezuela actual, generándose un alza en los precios de los productos en más del 50% (entiéndase esta como las largas colas para adquirir productos en las tiendas), llegando a una inflación de 2.178,49% (INEI); además del remplazo de la moneda del inti por el nuevo sol que equivaldría a un millón de intis, y sus acusaciones de recibir diversas coimas. Producto de aquellos hechos Fujimori justificó la política del shock y las reformas liberales como única respuesta a lo que sucedía. Mientras que su segundo gobierno ya con ideas liberales se vio marcada por la corrección del primero, soportado por el aumento del crecimiento económico debido a la exportación de materias primas, pero despreciando a los indígenas como que no son ciudadanos de primera clase y su famoso “perro del hortelano”; pero igualmente sucumbido por los diversos casos de corrupción, entre ellos con Odebrecht, y violación de los derechos humanos.
En el aspecto psicológico, su descomunal orgullo personal fue decisora en muchos casos. Cualquier acto en contra de él podría ser aceptable, pero jamás la ridiculización, la vergüenza y la humillación, quizá ahí una hipótesis sobre su muerte: mejor muerto, antes que enmarrocado y preso en la cárcel. Entonces, ¿la decisión de un político enteramente polémico de suicidarse con un disparo en la sien debería ser considerada como un acto de cobardía o heroísmo? Su respuesta será siempre una polémica inacabada. Corresponderá diversas cargas de subjetividad y objetividad. Cada quien tendrá su parte de verdad y mentira en esta respuesta.
Particularmente, pretender como indica en su carta de despedida, que sea la historia y no el tribunal quien juzgue sus actos, es visto a todas luces como un político plagado de desbordante orgullo y megalomanía que se suicidó para evadir a la justicia y evitar que se manche su ego. Habiendo jugado ya todas sus cartas, y teniendo un alto porcentaje de desaprobación, prefirió quedar como digno para su grupo partidario y simpatizantes, más no para nuestra población que empieza a tener un asidero en su conocimiento crítico de nuestra compleja realidad peruana, que consideran que se inmoló por los corruptos.
Comparto la opinión de Raúl Tola, cuando indica que Alan García fue: “un político que, con sus aciertos y desaciertos, sus virtudes y defectos, construyó para bien y para mal el país que hoy es el Perú”.