EL CHE GUEVARA, EL PERÚ Y LA REVOLUCIÓN
“Quizás sea el único hombre que, cincuenta años después de su muerte, aún consigue que la sangre de sus adoradores y de sus enemigos hierva con la misma fuerza que cuando apenas se supo de su partida”. HUGO COYA
Mis primeros tanteos académico en la Universidad se dieron rodeado de la figura del Che Guevara. Con las calderas ya casi extintas de los debates, en pasillos, aulas, en diálogos con los colegas, amigos y docentes, “el Che” Ernesto Rafael Guevara de la Serna (Argentina, 14 de junio de 1928 – Bolivia, 9 de octubre de 1967) fue por buen tiempo centro de nuestros diálogos, y guía de nuestras acciones, pues creíamos que con el estudio podíamos proponer una nueva sociedad, pues esta no contemplaba el bienestar de las clases más necesitadas, sino todo lo contrario.
Años después, el último libro que pude leer sobre el Che, es el de Hugo Coya, (“Memorias del futuro, el Che Guevara y el Perú 50 años después: nuevas verdades y grandes mentiras sobre su histórica gesta”, Planeta, 2017). Se trata de un libro que despercude su enigmática figura, y propone nuevos temas de su quehacer humano.
Inicios ideológicos y familiar:
El primer contacto del Che con suelo peruano se dio antes de cumplir los veinticuatro años en 1951 cuando llegó a la selva peruana de Iquitos como parte de su recorrido por Sudamérica. El viaje había acrecentado el asma que padecía, y fue el médico socialista Hugo Pesce Pescetto quien le suministro inyecciones para menguar su malestar; y mientras se recuperaba en el leprosorio de San Pablo, a pedido del Che el galeno le facilitó un libro del Amauta José Carlos Mariátegui, de quien quedó fascinado y afincó su concepción de la realidad peruana y latinoamericana.
Posteriormente conocerá a la peruana Hilda Gadea, de militancia aprista. El 27 de octubre de 1948 el tarmeño Manuel Arturo Odría Amoreti se haría del poder y empezaría una infranqueable cacería de apristas y comunistas, por lo que Hilda desde la clandestinidad a fines de aquel año se refugiaría en Guatemala, donde trabajaría en el Instituto de Fomento de la Producción (INFOP). Fue el 27 de diciembre de 1953 cuando el argentino y la peruana se conocerían, en la presentación que ella realiza de los avances de la reforma agraria que había emprendido aquel país. Desde aquel momento entablaron una amistad distante que devino después en un romance.
Con la destitución del presidente Árbenz de la presidencia de Guatemala, la nueva pareja decide huir a México, primero se va el Che y luego Hilda. En aquel país frecuentan a reuniones de amigos exiliados latinoamericanos, y en junio de 1955 conocen a los hermanos Fidel y Raúl Castro. Con la emoción a flote de un hijo o hija en camino la pareja se casa el 18 de agosto de aquel año contando con la presencia de los hermanos cubanos. La primogénita nace el 15 de febrero de 1956 llamándola Hilda Beatriz, y por sus rasgos de piel blanca y ojos rasgadas, el Che expresaría que es la Pequeña Mao, en alusión al revolucionario chino.
Posteriormente el Che emprendería el viaje junto a los revolucionarios cubanos a bordo del Granma como médico, alejándose de su familia, mientras que Hilda y su hija retornarían al Perú aprovechando la amnistía dada por Manuel Prado. Después del triunfo de la revolución cubana la pareja y su hija se volvería a juntar en la isla, pero el sentimiento de ambos había menguado, por lo que resolvieron en divorciarse. Años después, asumiendo labores oficiales en el gobierno cubano, el Che se compromete con su secretaria y acompañante revolucionaria cubana Aleida March, teniendo cuatro hijos: Aleida, Camilo, Celia y Ernesto. Con su sueldo de 440 pesos cubanos por mes, el Che destinaba 100 pesos para Hilda Beatriz, y lo demás para su familia actual y sus gastos.
La utopía revolucionaria:
El Che justificaba la guerra que se había suscitado en el país asiático como una lucha antimperialista de los pueblos, y celebraba la violencia para obtener la independencia. La ambición que perseguía era conseguir un mundo más justo y menos desigual, en la que los obreros y los campesinos se hicieran del poder, extinguiendo la propiedad privada, donde todos poseerían una casa, comida saludable, salud y educación de calidad, proporcionadas por un Estado capaz de retener la riqueza y redistribuirla equitativamente.
Para 1959, por los brotes de revolución en países como Rusia, China, Cuba, entre otros se habían constituidos movimientos guerrilleros en los países de Perú, Bolivia, Colombia, Guatemala y Venezuela. A aquellas conformaciones insurgentes el Che las denominaría la “teoría del foquismo”, que precisaba en organizar focos guerrilleros para que se multiplicaran, para iniciar la chispa y lograr que toda la pradera comenzará a arder.
El gobierno cubano incentivo la formación educacional de jóvenes de diversos países en la modalidad de becados; por lo cual se dispuso la invitación, y un grupo de jóvenes peruanos se presentaron, pudiendo viajar el 2 de abril de 1962 a la isla. Sus estudios se dieron en un duro proceso de instrucción militar y de formación ideológica. La primera incursión guerrillera al Perú se dio a cargo del Ejército de Liberación Nacional del Perú (ELN) liderado por Héctor Béjar Rivera. El grupo de 40 guerrilleros le dio el nombre de Operación Matraca, que salió de la Habana y se concentraron en la Paz – Bolivia e ingresaron al Perú por Madre de Dios, llegando a la ciudad de Puerto Maldonado el 14 de mayo de 1963. La captura de algunos miembros del grupo guerrillero alertó al servicio de inteligencia del Perú y Bolivia, emprendiendo su persecución. En el traslado de los detenidos a la comisaria se suscitó forcejeos y disparos, disipando a los presos. Los jóvenes Lama, Javier Heraud, Elías, Márquez y Flores lograron huir y refugiarse en dos grupos. Javier Heraud y Elías pasaron la noche en el monte y se internaron al día siguiente en la espesura de la selva, pero fueron visto por un poblador de la zona. Empezaron a ser perseguido por un Jeep, y para evitar su detención se lanzaron al río Madre de Dios. Los esfuerzos de nadar no cobraban éxito, hundiéndose una y otra vez. Un par de pescadores los subieron a una balsa, los jóvenes guerrilleros desenfundaron para arremeter a la policía, los balseros se lanzaron al agua, y los jóvenes se rindieron; pero la policía no daría tregua y tampoco perdería la ocasión de arremeter contra los subversivos, abriéndose un fuego cruzado. Elías se desplomó por un disparo que le dio en el cuello, mientras Heraud se mantendría de pie y se derrumbó segundo después, irguiéndose nuevamente y una ráfaga de disparos atravesaron su cuerpo. La policía controló la embarcación, los subieron a una camioneta para trasladarlos. Elías estaba con vida, mientras que el poeta Javier Heraud de veintiún años tenía un total de diecinueve disparos en el cuerpo. La operación Matraca se había consumado en fracaso, pero la utopía revolucionaria en el Perú se mantendría viva.
En los primeros meses de 1965 el MIR (Movimiento Izquierdista Revolucionario), igualmente entrenados en Cuba se alzaban en armas bajo la atenta mirada y el beneplácito de los hermanos Castro y el Che. La insurgencia brotaba en diferentes flancos: La Convención-Cusco, liderados por Luis De la Puente Uceda; En La Mar-Ayacucho el grupo Pachacútec comandado por Rubén Tupayachi Solórzano; En Concepción y Jauja-Junín el grupo Túpac Amaru comandados por los guerrilleros Guillermo Lobatón y Máximo Velando; y en Ayabaca-Piura, el grupo Manco Cápac liderados por Gonzalo Fernández Gasco y Elio Portocarrero.
El 7 de junio de 1965 la guerrilla Túpac Amaru toman por asalto el puesto policial de la localidad de Andamarca en Concepción tomando rehenes. Posteriormente desplomaron el puente del rio Maraynioc y toman la hacienda Runatullo. Los días siguientes operaron de la misma forma en las haciendas de Punto, Armas y Alegría, dañan otro puente en el caserío de Comas. Todos estos hechos se desarrollaron sin registrar ninguna baja.
Frente a estos hechos revolucionarios, otros grupos se organizaron en diferentes zonas del centro y sur del país bajo el liderazgo del MIR y el ELN, mientras tanto, amenazada la estabilidad política en el país, el Congreso peruano aprueba la pena de muerte para los guerrilleros. Se preparó la llegada del Che al Perú después de haber recibido la información de los grupos guerrilleros en la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina. Sin embargo, la arremetida que se daba a los grupos insurgentes fue cobrando existo, por lo que el Che detuvo su viaje en Bolivia y no llegó a su destino que era Perú.
Dificultades y final:
El 23 de octubre de 1966 el Che sale de la Habana con destino a Bolivia, para lo cual utiliza un nombre distinto, y en el proceso, en el lugar de la Calamina llegan guerrilleros provenientes de diversos orígenes, que en total suman cuarenta y siete. Sin embargo, la dicha no los acompañaría, pues la Dirección de Investigación Criminal del Ministerio del Interior les estaría siguiendo los pasos. El 19 de marzo de 1967 se suman tres peruanos a la lucha: Juan Pablo Chang-Navarro Lévano “el chino”, Restituto José Cabrera Flores “el negro” y Lucio Edilberto Galván Hidalgo “Eustaquio”.
Las dificultades en la espesura boliviana se complementaron con la deserción de dos soldados bolivianos, quienes después detenidos por la policía revelaron el paradero, número y tipo de armamento que poseían los guerrilleros.
En la amanecida del 8 de octubre de 1967 en la quebrada del Yuro cerca al pueblo de La Higuera, el Che se enteraría que un gran contingente de militares estaría por arremeter en emboscada a los guerrilleros; ante lo cual, como respuesta se divide el grupo en tres columnas, pero la arremetida fue más rápida de lo previsto que no dio tregua a esconderse. Uno a uno fue cayendo por los disparos los guerrilleros que acompañaban al Che, dándole una bala en la pierna derecha, con lo cual lo capturan junto al Chino y al boliviano Simeón “Willy” Cuba.
El capitán Gary Prado miro fijamente al líder guerrillero al cual el detenido no desvió la mirada y respondió con tal enérgica mirada. Se ordenó que los capturados sean trasladados a un lugar no muy lejano a pasar la noche, pues el Che debía ser conducido vivo hasta la base estadounidense en Panamá para ser juzgado. A la mañana siguiente los detenidos son trasladados en un helicóptero desde Vallegrande hasta La Higuera, donde el Che fue recluido en un salón de una pequeña escuela, el Chino y Willy Cuba fueron conducidos a otros ambientes. Los policías bolivianos consideraron que la prensa internacional ya había dado por muerto al Che caído en combate, por lo que resultaba innecesario y hasta riesgoso mantenerlo con vida. De pronto retumbaron disparos dentro de la escuela, con lo cual asesinaban al líder guerrillero y a sus acompañantes pasado el mediodía de aquel 9 de octubre de 1967. Al día siguiente se dio la orden de trasladar los cadáveres al Hospital Nuestro Señor de Malta en Vallegrande, los cuerpos fueron ubicados en un lavadero en la parte trasera para ser expuestos ante toda la población, que es de donde tenemos los registros fotográficos. Allí yacía el cuerpo del guerrillero latinoamericano que, aunque muerto mantenía los ojos abiertos con la mirada fija a la utopía revolucionaria.
Y aun así se haya hecho lo imposible por borrar su historia, nacía una leyenda de una personalidad que después de medio siglo de su deceso conserva la vitalidad de su lucha, enseñanza y practica que es acogido por nuevas generaciones que en su nombre emprenden resistencia e insistencia por una sociedad mejor.