Presentación al libro CIEN AÑOS DE HUANCAYA, YAUYOS Y EL PERÚ
Hablar de un lugar es hablar del mundo. Bien lo decía Arguedas en la polémica carta de respuesta que le enviara al escritor argentino Julio Cortázar, publicada en su novela póstuma “El zorro de arriba y el zorro de abajo”: somos provincianos del mundo, señores. Entonces, quien escribe la historia de su pueblo, no sólo está escribiendo la historia de un pueblo, sino está delineando el devenir de la humanidad. Jhonatan Salazar Fernández, egresado de la facultad de Sociología de la Universidad Nacional del Centro del Perú es en consecuencia un provinciano del mundo, cuyo afán por contribuir en la consolidación de una identidad común y propia entre los pueblos yauyinos, lo ha llevado por el sinuoso pero feraz camino de la historia.
Mucho se ha hablado del espléndido y casi irreal paisaje de los pueblos yauyinos, entre los cuales destacan Huancaya, Vilca, Vitis, Laraos y otros tantos, este libro —sin dejar de lado la descripción de la exuberancia de esos paisajes— trasciende aquello, para entregarnos una compacta e integral visión del pueblo de Huancaya y los pueblos con los que interactúa desde tiempos inmemoriales; nos sumerge en un profundo conocimiento de las costumbres, aspiraciones, sobresaltos, tensiones, momentos determinantes de la historia de estos pueblos, que pese a existir determinados enfrentamientos en alguna época de sus historias, comparten la inescrutable mirada del apu Pariacaca, y el destino común del río Cañete, dos cosas que los hermanan para siempre.
Con referente a la estructura del presente libro, este contiene una parte introductoria del origen del hombre, para lo cual se vale de las muchas teorías que se plantearon en el transcurrir de los tiempos, de allí se traslada hasta la llegada del hombre a nuestro continente, luego a nuestro país, para finalmente desembocar en el poblamiento del Valle del río Cañete. Atravesamos también la etapa preincaica, la conquista española, la Guerra del Pacífico, la guerra interna, todos estos acontecimientos que marcaron de manera definitiva la personalidad de estos lugares. Se destaca también la lucha reivindicativa por la recuperación de las tierras de los huancayanos y yauyinos en general, expropiadas por la Cerro de Pasco Cooper Corporation, (lamentablemente no concretado en Huancaya hasta la expropiación de Juan Velasco Alvarado), y por supuesto, el acto que se conmemora: “El Centenario de la creación política del distrito de Huancaya”.
Todo este largo devenir es ampliamente documentado, una labor de hormiga es el que ha inspirado este libro, que a su vez se nutre de muchos otros libros, tratados y artículos de estudiosos y amantes de la tierra yauyina. Este libro toma de esas fuentes lo necesario para poder ampliar lo conocido y explicarlo unas veces total otras parcialmente y de esa forma dejar muchas interrogantes que abren zanjas para posteriores trabajos tan o más valiosos como el presente.
Es mi intención también destacar la mirada del autor de este valioso libro, una mirada imparcial, libre de prejuicios o apasionamientos. El autor nunca especula, presenta los datos corroborados, sus juicios sustentados, lo suyo es una gran muestra de cuidado y esmero para el tratamiento de la información que maneja y una gran responsabilidad en cada línea. Vuelvo a la mirada del autor, la que considero trascendental puesto que exenta de falsos regionalismos, a la vez que muestra lo sublime y heroico de estas tierras, no pretende borrar las acciones negativas que muchas veces frustraron muchas buenas intenciones. El sacrificio de los campesinos que dieron la vida por engrandecer su suelo, no esconde la traición de algunos paisanos a sus propios orígenes; en suma, este libro describe su historia como a la vida de un hombre, y ¿qué es la historia de un pueblo sino la de muchos hombres, que en su conjunto es un solo hombre?
Es por ello que saludo y felicito tan encomiable labor del autor, deseando que esta tarea se multiplique y que cada vez más hombres escriban y canten la historia de sus tierras, de sus chacras, de sus ganados, de sus estancias, de sus cerros y manantiales; en suma que canten a esos campos humanos, como tan sentidamente describía Vallejo, a estas tierras que seguirán inspirando los más sublimes sentimientos.